La Ciudad Esmeralda abre sus puertas en el Nuevo Teatro Alcalá con la llegada de la adaptación española de uno de los musicales más reconocidos por la crítica y el público. Cris Picos y Cristina Llorente dan vida a Elphaba y Glinda en una producción que permanecerá en cartel hasta enero de 2026.
Una adaptación que supera la vara de medir
Llegué al estreno sabiendo que tenía que hacer esta reseña y, precisamente por eso, ya iba en desventaja: incluso si la obra no funcionaba, mi condición de fan me impediría ser completamente imparcial. Pero la verdad es que la imparcialidad dejó de ser un problema desde el primer minuto. En cuanto las luces bajaron, solo pude rendirme. Y al final hice lo único que me salió de forma automática: aplaudir y llorar.
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La producción española juega en primera división. La escenografía impone, te coloca en Oz con una eficacia que no necesita explicación, y el vestuario no solo reproduce iconografía, sino que la amplifica. Sí, se nota que el montaje se ha beneficiado del impulso mediático de la película, pero la forma en la que lo aprovecha no tiene nada de oportunista: es pulida, consciente y exquisita.
Un elenco que sostiene y engrandece la historia
El corazón del espectáculo está en sus dos protagonistas. La Glinda de Cristina Llorente encuentra un punto muy afinado entre la elegancia clásica y la comedia moderna. No imita a nadie, pero dialoga con las grandes Glindas: la luminosa ingenuidad de Kristen Chenoweth y la rapidez cómica de Ally, y aun así construye algo propio, sólido, nada superficial.
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Cristina Picos sostiene una Elphaba que no busca heroicidad fácil. Es vulnerable, fuerte y medida. Y cuando llega Defying Gravity, consigue algo que no se puede falsear: una respuesta unánime del público. Ese instante en el que la sala completa contiene la respiración antes del aplauso. Ese momento en el que entiendes por qué Wicked es Wicked.
El resto del elenco no se queda atrás. Xavi como Fiyero, Neitzan como Boq o Guadalupe Lancho como Madame Morrible no funcionan como secundarios de apoyo, sino como piezas fundamentales de un engranaje perfectamente ajustado. Nadie desentona. Todo suma.
El final: imposible fingir objetividad
Lo que esta adaptación demuestra es que España puede llevar a escena un musical de este calibre sin complejos ni versiones reducidas. No es un Wicked “para salir del paso”, ni una reproducción a escala. Es un montaje ambicioso, cuidado y consciente del peso cultural que tiene entre manos.
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Por eso, al cerrar el telón, no hubo debate interno. No hubo análisis frío. Solo emoción inmediata.
La Ciudad Esmeralda abrió sus puertas, y esta vez lo hizo para quedarse.

