El cine de Luca Guadagnino ha ido recibiendo cada vez más acogida durante los últimos años, con títulos tan valorados como Call Me By Your Name (2017) y Suspiria (2018), hasta otros tan polémicos como queridos por los cinéfilos más fieles al director, como son Challengers (2022) y Bones and All (2022).
En su fondo, Guadagnino jamás se ha visto acomplejado por el tipo de historias que se atreve a presentar, explorando sin miedo la forma en la que lo hace en cada una de sus producciones; y siempre encontrando un estilo propio en su experimentación. Con su nueva película, Caza de brujas, que llega exclusivamente a cines este viernes 17 de octubre, el director italiano apuesta por una historia de lo más compleja y arriesgada – esta vez indagando en la profundidad narrativa que pueden llegar a esconder los diálogos entre personajes excesivamente… corrientes.
Y es que Caza de brujas sigue la historia de Alma Imhoff (Julia Roberts), una profesora universitaria que se ve atrapada en una encrucijada personal y profesional cuando una estudiante brillante, Maggie Resnick (Ayo Edebiri), acusa a uno de sus colegas, Henrik Gibson (Andrew Garfield), de conducta inapropiada. Mientras el escándalo sacude la institución, un oscuro secreto del pasado de Alma amenaza con salir a la luz, obligándola a enfrentar sus propios errores y dilemas éticos. La película se adentra en el mundo académico para explorar los límites del poder, la moralidad y las apariencias.
En su rotundo intento de introducción a este mundo, la película acaba por sobrepasar el interés de un espectador al que le cuesta llegar al punto de partida, y si eso, todavía más hasta el final. Las intenciones son buenas, en ese intento de construir una red de incertidumbre entre los personajes que engloban la trama, con una Julia Roberts dando la cara ante todo este embrollo.
El problema está en un ritmo que no consigue tomar rumbo, y que baila de un lado a otro entre largas conversaciones moralmente profundas y picos de violencia desmedida. De verdad, resulta complicado seguir un ritmo tan desestabilizado como este. Lo que es una pena, porque Caza de brujas tiene los medios para hacerlo. Guadagnino no solo emplea una interesantísima espada de doble filo en la narrativa; entiende lo que hay en juego y nos lo transmite en sus decisiones creativas tan cuestionables como seductoras.
Caza de brujas cuenta con balas muy bien tiradas, pero también con balas muy mal aprovechadas. Insistiré (como lo hago muy a menudo) en la excesiva duración de la película. Una historia así no necesita de casi dos horas y media de metraje. Hay escenarios repetidos una y otra vez, estirando el chique a más no poder y perdiéndose en lo que el film necesita desesperadamente: moverse más rápido. No porque el interés se diluya.
El cast trabaja con mucho esfuerzo en empujar para que esto no ocurra, escondiendo todos esos secretos, tensiones y dilemas personales en capas que van puliéndose. Esto es de lo mejor de la película. El trabajo actoral de Julia Roberts y Ayo Edebiri es prudente a la par que atractivo, así como la dirección tomada por Guadagnino.
Un drama (casi) puramente estético en cómo se cuenta que consigue esa reflexión en su público – ya sea porque ha hecho un buen o mal trabajo. Es fácil perderse, y difícil quedarse. Aunque, a decir verdad, la obra de Guadagnino se ha concebido (al menos por mi parte) como tal en su creciente lista de títulos; con personajes buscando redención, no siempre tomando las mejores decisiones, y con un marco de incógnita moral en el porqué de dicha historia. Una historia que puede ser tan triste, desagradable, incomprendida o perturbadora. En el caso de Caza de brujas cualquiera de estas sensaciones es tan válida como la otra.
-Anabel Estrella