Last Night in Soho | Viaje al oscuro glamour de los 60​

Last Night in Soho | Viaje al oscuro glamour de los 60​

“’Last Night in Soho’ es la mejor película del año.” Esperé al día siguiente, cuando la euforia reciente tras salir del cine hubiera decrecido un poco, para valorar mis palabras. Seguían presentes, aún días después. A mí me parecía bien.

“Terror” no fue lo que causó sorpresa. Ya tenemos esa sección en la filmografía del director con Shaun of the Dead. En cambio, fue el conjunto de temas, propios del género thriller, lo que dejó algo fascinado al público; Edgar Wright, el creador de la Trilogía del Cornetto, había cambiado radicalmente de estilo. Hay algo de cierto en esto, al igual que algo de incorrecto.

Last Night in Soho cuenta con Thomasin McKenzie y Anya Taylor-Joy en un tremendo thriller que se mueve entre el pasado y el futuro. “Un asesinato en el pasado. Un misterio en el futuro.” Porque cuando Eloise (McKenzie) se muda a Londres para seguir su sueño de convertirse en diseñadora de moda, se ve atrapada en un constante viaje a los años 60. Conoce a Sandie (Taylor-Joy), una deslumbrante y ambiciosa mujer que aspira a ser cantante. En estos sueños, Eloise no solo ve a Sandie, también se convierte en Sandie, y ese mundo de glamour empieza a volverse cada vez más oscuro. Puede que todo sea parte de la imaginación de “Ellie”… o puede que estas pesadillas conecten con algo real del pasado.

Hay algo que siempre me fascina del cine de Edgar Wright. Son películas embellecidas por su complicidad cómica y su ritmo frenético, historias que se disfrutan por la conexión que establecen con el espectador. Last Night in Soho, un drama-thriller-terror-misterio-suspense con esos toques cómicos tan propios del director, suma como uno de sus títulos más fascinantes.

En un guion —escrito por Wright junto a Krysty Wilson-Cairns (nominada al Óscar por 1917)— plagado de intriga e inteligencia estructural, encontramos una variedad de temas que dialogan entre el pasado y el presente. En concreto, Last Night in Soho se introduce de lleno en el Londres de 1960 y en las historias de acoso sexual que sufrieron las mujeres del mundo del espectáculo.

Tomando como punto de partida el mundo de la moda y permitiendo que esta historia esté siempre bajo los ojos de “Ellie”, la película de Wright no trata con romanticismo esta época —no, al menos, de forma primordial—. Sabemos el afecto que le tiene el director a los años 60.

“De alguna manera, esta película es una oda romántica al pasado y… por qué hacer esto no es bueno,” confía Wright a Los Angeles Times. “Cuando la gente usa la frase ‘esos buenos tiempos’, es para sugerir que existía una década donde todo era perfecto y no había nada malo. Claro, esto es mentira.”

Esa conexión recurrente entre pasado y futuro permite ver exactamente esto que menciona Wright. En una espiral de acontecimientos que se retuercen sin pausa, Last Night in Soho envuelve al espectador en una tensa red de paranoia y misterio que no deja respirar hasta el primer crédito final.

El horror está sujeto al guion, reforzado por el estilo visual vibrante de Wright. La cámara no para quieta. Nosotros no paramos de llevarnos las manos a la cabeza. Hay momentos, sin embargo, en los que el género parece difuminarse, porque la esencia Edgar Wright se mantiene viva en todo momento. Se ve en sus personajes, se escucha en su música, se siente en su ambiente. Y, quizá lo más valioso: perdura en la comedia.

Los sellos propios del director están presentes en todo momento: agilidad, dinamismo y una puesta en escena única. Visualmente, ya sea por esto mismo o por su juego de colores, Last Night in Soho es una experiencia cinematográfica deslumbrante. Su tono es uno de los mayores aciertos del film: combina elementos del thriller, del terror, del cine clásico y una brillante estética que une lo retro con lo contemporáneo, todo bajo una narrativa que no deja de ser fascinante, incluso cuando se torna aterradora.

“’Last Night in Soho’ es la mejor película del año.”
Es un pensamiento que continúo manteniendo. Es lúcida en su forma, reflexiva en su fondo y cautivadora en su narrativa.

Sobre todo, Last Night in Soho es disfrutable, una experiencia inolvidable. Pocas películas nos regalan eso hoy. Y eso, precisamente, es lo que siempre me ha fascinado del cine de Edgar Wright.

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