Con una trama mucho más oscura que la adaptación de hace 20 años, ‘Mansión Encantada’ busca profundizar más en las emociones de todos sus personajes y darles una motivación para estar ahí, además de crear un mensaje muy positivo sobre el proceso de duelo y el dolor de una pérdida.
Todos nos hemos hecho la misma pregunta cuando un ser querido fallece: ¿a dónde van las almas cuando el cuerpo muere? Todos buscamos una explicación a la muerte de alguien al que queremos: no queremos admitir el ciclo vital de una persona, ni siquiera aquellas personas que no creen en un ser superior; no nos gusta pensar que nuestro cuerpo se descompone y ya. Desaparecemos para siempre.
De ahí, que todos, en mayor o menor medida, nos gusten las historias de fantasmas y señales del más allá.
Cuando somos niños, nuestra imaginación es mucho más potente y, al no entender el concepto de “muerte”, jugamos a crear nuevas dimensiones en las que se puede proyectar aquella persona que perdemos: “está en el cielo”, “está en las estrellas”, “está detrás del arcoíris” …
“Ahora es un fantasma”
Una trama más oscura y dramática bajo su apariencia infantil
‘Mansión Encantada’ explota esta subtrama de manera excepcional, con un guion que busca empatizar con el espectador, tanto infantil como adulto. Esto se materializa con más fuerza en el personaje de Ben (Lakeith Stanfield), cuyo proceso de duelo fluye por numerosas etapas durante el transcurso de la trama, pasando desde la rabia y la negación hasta la aceptación de un dolor que no se va a ir fácilmente, pero con el que va a poder convivir con ayuda. Bonita y aclaradora en este tema es la conversación que tiene el personaje con Harriet (Tiffany Haddish), sanadora tanto para el protagonista como para aquellos que hemos experimentado la pérdida.
Y ese es otro poder en el que destaca la película, el poder de unión, tanto mortal como espectral. Esa característica de aunar fuerzas para acabar con el villano, en una especie de Vengadores (no, de verdad, mirad la escena con atención), explotando en una escena final que se sustenta con bastante fuerza, hace sentir al público aliviado y agradecido por un final esperado y deseable. Aquí hay que destacar también otro de los grandes personajes, Ken (Owen Wilson), que pone el toque de humor a la par que cordura.
Y hablando de personajes, tenemos un punto de unión entre esta película y ‘La Mansión Encantada’ de 2003 (aparte de que la mayoría de sus protagonistas sean actores de raza negra): Madame Leota. Con cambio de paleta de color y de actriz, el personaje busca traer el origen de la trama principal, por qué está pasando eso y cuál es la solución final. Las recreaciones y flashbacks son bastante bonitos e ilustrativos, y ese mundo intermedio en el que todo está patas arriba y dando vueltas de campana permite sentir el mareo y miedo de los protagonistas.
En definitiva, una película que se disfruta y se comprende, que busca separarse de su antecesora sin olvidar su esencia y adentrándonos en un mensaje importante sobre la superación y la necesidad de unidad en momentos de dolor (y, sobre todo, que los fantasmas no tienen por qué dar miedo, aunque esto si eres fan de Burton ya lo sabes).
Y ahora tengo que caer en la pregunta que todo el mundo busca contestar.
Las comparaciones con su antecesora son inevitables: ¿Quién gana en el ring?
Disney estuvo marcado por lo sobrenatural entre los 90 y los 2000, dando lugar a una serie de películas y series muy enfocadas en este tipo de seres y otros elementos mágicos (haciendo honor a la canción, Calling all the monsters): Casper, Monstruos S.A, Los Magos de Waverly Place… Si nos salimos de la franquicia, también tenemos ejemplos, como ‘Monster House’.
Yo tenía 7 años cuando se estrenó “La Mansión Encantada”, y recuerdo haber pasado miedo en todas y cada unas de las escenas (sobre todo en la escena de los zombies), tener un peso en el estómago desde el nudo de la historia hasta el bonito desenlace. Y sé que las comparaciones son odiosas, por el mismo motivo de que ambas películas buscan una identidad propia a pesar de tener el mismo origen, pero son necesarias para entender las cosas que han mejorado y las cosas en las que se ha quedado floja.
Me ha faltado algo de rapidez en la trama: hasta mitad (o algo más) de la película no comienza a correr el reloj, no se experimenta la verdadera adrenalina del momento. Yo recuerdo sentir tensión en toda la hora y media que duró el anterior filme (quizás motivado por el humor y el carisma de Eddie Murphy- y de la hija, que es maravillosa), y en esta no me he empezado a comer la pantalla hasta que todo comienza a desliarse.
Ese entramado es otro problema: es una trama algo complicada en ocasiones para un espectador más joven, un espectador más enfocado en Disney. Y no me refiero al mensaje, pues es algo que todos podemos llegar a entender, sino en las labores de dirección y fotografía, donde los planos se nutren de la complejidad del mundo paranormal, llenándose de engaños ópticos y movimientos de cámara que pueden llegar a marear y, sobre todo, pueden llegar a perder la atención del espectador, desconectado del bonito mensaje que busca transmitir.
Y, como también he comentado anteriormente, me ha faltado algo más de humor. A pesar de presentarse como una comedia negra infantil, la historia toma un cariz oscuro casi desde el principio. Que sí, es de agradecer cuando eres un público más adulto (de hecho, yo lo agradezco en esta etapa de mi vida), pero se vuelve muy serio para un público más joven que busca divertirse y pasar el momento.
A lo mejor es que soy una nostálgica del Disney de los 2000, del Disney con el que crecí, y es lo que me aparta de esta nueva adaptación de la mansión embrujada. Sin embargo, aprecio y admiro el mensaje positivo que entrelaza su guion porque me parece necesario, y he disfrutado su manera de concluir los hechos. Sin duda, una buena película para pasar una tarde de miedo.
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