Este viernes 21 de octubre llegará a las salas españolas La piel del tambor (The Man From Rome), un thriller protagonizado por un 007 con sotana y con Sergio Dow sentado en la silla de dirección.
Se trata de una película interesante, tanto por su premisa como por el concepto del que nos habla, que cuenta con grandes ingredientes para que el resultado final sea algo espectacular pero que, en los momentos más flojos de la cinta, nos recuerda que es una correcta adaptación de una historia contada en otro soporte.
La historia nos lleva a 1995 cuando, tras el ataque de un hacker al Vaticano, el Papa se entera de lo que está pasando en Sevilla: la iglesia de Nuestra Señora de las Lágrimas, a punto de ser demolida como parte de un proceso de reestructuración urbanística, parece estar matando personas.
Nuestro protagonista, el padre Quart (Richard Armitage), y miembro del servicio secreto papal es el encargado de viajar a la ciudad del Nervión e investigar lo sucedido. Allí conocerá a Macarena Bruner (Amaia Salamanca), una aristócrata heredera de los derechos de las tierras en las que se sitúa la iglesia, en disputa con su exmarido Pencho Gavira (Rodolfo Sancho), director general del banco que desea la demolición del edificio. Tramas de corrupción política y económica, chantajes, amor, desamor y fe se juntan para dar forma al conflicto principal de la cinta.
Toda esta mezcla de interesantes ingredientes sumada a la potente premisa, y al contrario de lo que se pueda pensar, da lugar a un segundo acto algo lento y previsible que seguramente funcionase mejor en la versión en papel de la historia. Se echa de menos algo de acción en vez de las infinitas secuencias de charla en mesa que tenemos durante este trayecto. A pesar de todo esto se acaba llegando a un potente clímax final con algún giro incluido.
La cinta se aprovecha con inteligencia de la estética cristiana tan arraigada por tradición en los lugares donde se desarrolla la acción, Sevilla y la Ciudad del Vaticano, y la acompaña de la alegórica banda sonora de Roque Baños para evocarnos ese acercamiento a algo superior en algunas secuencias.
Sin duda la fuerza de esta propuesta reside en sus personajes más allá de lo llamativo del punto de partida como una película de hackers y curas espías. El Quart de Armitage como ese héroe que se ha acostumbrado al gris a pesar de su fuerte convicción cristiana, la pareja aristócrata y los claroscuros de ese tipo de vida y mención especial al sidekick cristiano interpretado por Carlos Cuevas, un soplo de aire fresco al más puro estilo Watson.
En resumen, el resultado general de mezclar tanta cosa que funcionaría por si misma en una batidora es correcto y se deja ver y, aunque el segundo acto pueda parecernos algo más largo y tedioso de lo normal, llega a un clímax final más que satisfactorio con algún giro que hará expresar una mueca de sorpresa a más de uno en la sala. Como película funciona bien y como adaptación de una obra literaria también, poco más se puede pedir a este tipo de productos.
– Sergio Morata
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