Es difícil hablar de Bones and All. En primer lugar, para definir el tipo de película que es. ¿Un drama? ¿Un romance? ¿Una road trip? ¿Un coming of age? ¿Una de terror? Estas fueron mis opciones cuando terminé de verla. Y puedo decir que Bones and All es todo eso. Luca Guadagnino coge un montón de elementos y los pone a competir en pantalla para ver qué puede salir y cómo puede lograr crear su propia historia de amor que se aleje de aquella más clásica. Con creces, el director consigue hacer de Bones and All un género único e irrepetible.
El 25 de noviembre llega a cines el nuevo romance caníbal de Taylor Russell y Timothée Chalamet, una película que no todo su público podrá recibir con los brazos abiertos.
Cómo hablar de Bones and All
La historia sigue a Maren (Russell) y Lee (Chalamet), dos enamorados caníbales que recorren Norteamérica para dejar atrás su pasado y buscar una mejor vida juntos. En el camino, todo se irá torciendo y tendrán que enfrentarse a sus diferencias para ver si ese amor puede superar todos los traumas del pasado.
Hablar de Bones and All es difícil, en segundo lugar, por la cantidad de información que hay en la película. A todo el añadido de géneros se le suma una gran cantidad de escenas y momentos muy crudos que no son nada agradables de ver. Estos “momentos” pueden ser el ver a Timothée Chalamet devorando a una persona en mitad de un descampado, la mano de Taylor Russell rebuscando entre los órganos de Mark Rylance hasta dar con el corazón, o escenas de sexo sin ningún tipo de censura.
A ojos de los más cinéfilos, y conocedores de la obra de Guadagnino, son cosas que en su momento nos hacen retorcernos en el asiento o apartar la mirada. Pero no por mucho tiempo, porque Bones and All tiene un seguimiento de escenas que cada vez piden más de su público.
El balance perfecto de géneros
La película está repartida de manera muy equilibrada. El gore no se deja para el final, a modo de sorpresa o climax, sino que se dosifica desde el principio, en todo su desarrollo, y hasta el final — que sí cuenta con la escena más exuberante y cruda de todo el film, con una conclusión totalmente inesperada y de quedarse con la boca abierta durante un buen rato.
Bones and All destaca de sobremanera por el estilo del director, en una creación de secuencias y planos que llaman la atención constantemente. Guadagnino sabe encontrar la belleza en lo oscuro, la tristeza en un personaje casi odiado, y el romance en el desastre. La combinación de géneros es perfecta. Todo está llevado con un detallismo tan definido que se hace complicado no disfrutar en todo momento — tanto en los momentos más pausados como en los más extremos.
Taylor Russell y Timothée Chalamet se encuentran el uno al otro en dos interpretaciones de lujo que convierten Bones and All en un drama que realmente tiene interés por sus personajes y que no se deja llevar por ese gore como forma de exaltación narrativa. Por separado, ya hacen magia. pero juntos, se comen la pantalla. Si debo dar una sola razón para ver Bones and All, diría que Taylor Russell y Timothée Chalamet son esa razón.
Bones and All es una película de más de dos horas. Es entretenida, incómoda, romántica, sugerente, bonita y para nada feel-good. Puede ser más o menos llamativa, pero lo más seguro es que vaya a contar con un buen recorrido para hacerse con los premios más grandes. Sobre todo, para su director y su reparto. Decir “increíble” ya es repetitivo. Mejor que lo veáis vosotros mismos.
– Anabel Estrella
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