Wes Anderson ya ha demostrado ser uno de esos pocos directores que puede hacer todo aquello que se le antoje. ‘The French Dispatch’, en esta ocasión, es una carta de amor de Anderson al periodismo del siglo XX.
¿Una ciudad francesa inventada que evoca a una París que ha sido incansablemente romanizada? ¿Un reparto de ensueño con el que cualquier director desearía trabajar? ¿Una estética propia con obsesión en los planos compuestos, paletas de colores resultonas y encuadres milimétricos?
¿Un estilo que recoge una narrativa y estructura particulares, partes hechas tanto a color como en blanco y negro, animación, gags o juegos de palabras audiovisuales? Todas estas piezas conforman el puzzle de The French Dispatch, un filme en el que nuevamente se aprecia la mirada y personalidad de su director.
El realizador lleva a cabo la técnica de las historias entrelazadas para narrar tres relatos: el primero, un artista con trastornos mentales (Benicio del Toro) que está cumpliendo condena por homicidio y que tiene un romance con su oficial de prisión (Léa Seydoux); el segundo, un estudiante universitario (Timothée Chalamet) que protagoniza, junto a otros compañeros, una protesta que será objeto de noticia para una editora (Frances McDormand) comprometida con la objetividad; y el tercero, los intentos por parte de otro escritor (Steve Park) para contar la historia de un reputado chef llamado Nescaffier (Steve Park). La base que sostiene estas historias son dos: la revista The French Dispatch y la ciudad francesa ficticia de Ennui-sur-Blasé.
Searchlight Pictures
Por una parte, el diario, con título homónimo a la cinta, es todo un tributo al periodismo del siglo XX. Nada más lejos de la realidad, según el propio realizador, La crónica francesa está inspirada por la revista neoyorquina, valga la redundancia, The New Yorker. En una época en la que competía con otros titanes, como Time, Life and fortune, Vogue o Vanity fair, la cinta está cargada de referencias a aquella época, caracterizada por un periodismo de libreta y lápiz, y por esa necesidad de salir al exterior para obtener una buena noticia. Asimismo, tampoco faltan las inspiraciones de periodistas estadounidenses como Harold Ross, Joseph Mitchell, Mavis Gallant, Rosamond Bernier y James Baldwin.
Por otra parte, las alusiones todavía siguen para verse presentes en la ciudad ficticia en la que tienen lugar los eventos de la película. Ennui-sur-Blasé, con un afrancesado dúo de palabras que es digno de aparecer en el diccionario de Oxford, evoca a una París que ha terminado siendo percibida como el sinécdoque de Francia.
No obstante, aunque por sus calles, neones, metro propio y cafés pueda recordar al ambiente parisino para muchos (incluso no solo para los americanos, dentro de los cuales muchos pensarán que el país se llama París), la ciudad fue rodada en el pueblo de Angulema. A lo largo de sus 108 minutos de duración, la película logra darle a Ennui-sur-Blasé una estética y personalidad propias, junto a convertirlo en un lugar mágico repleto de vida, anécdotas e historia. Además, esto se ve respaldado por sus flashbacks y el hecho de desarrollar sus tres historias en distintas etapas históricas (puede ir desde 1920 hasta 1970).
Searchlight Pictures
De hecho, en relación con cómo plasma la sociedad del siglo XX, cada relato está altamente influenciado por hechos que ocurrieron en la realidad. Por ejemplo, la segunda historia recuerda claramente a las protestas de mayo de 1968 en París, en donde se mantiene la rebeldía, el coqueteo entre chicos y chicas, y los cafés como lugares de reunión y debate a partir del personaje interpretado por Chalamet y el resto de estudiantes.
De la misma manera, aunque puede ocurrir que se sienta densa por el hecho de contar con mucho diálogo y por su narrativa peculiar, cada historia tiene su seña de identidad: algunas incluyen secuencias hechas a base de animación; el humor, pese a que permanezca en todas, es más ácido en unas que en otras; dependiendo de la crónica, se utilizará un formato a color o en blanco y negro; sumado a que cada una tiene su propia narrativa.
Asimismo, tampoco debemos olvidar sus inspiraciones por películas pertenecientes a la Nouvelle vague o el Neorrealismo italiano. Aquí no faltan tributos a directores del calibre de Vittorio de Sica, Jean Renoir, François Truffaut, Luchino Visconti o Jean-Luc Godard. A partir de ellos, ciertas locaciones, planos y personajes aluden a aquel cine.
Architectural Digest
Respecto a su elenco, The French Dispatch puede presumir de contar con un cuerpo de actores que es casi imposible de superar en lo que refiere a Óscars obtenidos y caras conocidas: entre otros, Benicio del Toro, Frances McDormand, Adrien Brody, Tilda Swinton, Timothée Chalamet, Owen Wilson, Bill Murray, Saoirse Ronan, Willem Dafoe, Edward Norton y Christoph Waltz. Aunque en partes pueda sentirse como un reparto sobrecargado, la mayoría de los actores aprovechan el tiempo de duración del que disponen para adentrarse en los comportamientos que oculta cada personaje, como la locura, la testarudez, la rebeldía o los modales.
Al igual que hubo pueblos que se hicieron famosos por películas, como Matamata, en El señor de los anillos, Skopelos, en Mamma Mía, o la provincia de Cremona, en Call me by your name; así como directores que pueden permitirse el lujo de hacer todo aquello que se les encapriche, como Martin Scorsese, con El Irlandés, Pedro Almodovar, con Dolor y gloria, David Lynch, con Twin Peaks: The Return, o Quentin Tarantino, con Erase una vez en Hollywood, el director texano convierte a The French Dispatch y a su ciudad Ennui-sur-Blasé en, quizás, su cinta más ambiciosa y una experiencia cargada de personalidad, nostalgia y homenajes.
-Víctor Vicente
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