El Salón del Comic de Barcelona, que se celebró en la Fira de Montjuic los días del 6 al 8 de mayo y concediendo también con el de Planeta Cómic, su 40 aniversario. Una celebración por todo lo ato y de la que diré que muy a pesar de lo que crean algunos/as, continúa más vivo que nunca.
Tras dos años muy complicados para la industria comiquera, debido a la pandaemia por coronavirus, da gusto haber regresado. Así como da gusto haber comprobado de primera mano el gran ambiente que rezumaba por los pasillos de cada sala, respirando ese inconfundible aroma a cómic. Ver a la gente disfrutar, ver a los cosplayers animar con su presencia todos y cada uno de los días y, sobre todo, da gusto ver cómo se sigue amando a los tebeos, la dedicación de las autoras y autores por esta gran pasión y su devoción por los fans.
Y es que, pese a no haber estado exento de polémicas, en un evento al que muchos creían muerto, el Salón del Cómic de Barcelona sigue siendo un claro referente para el medio y parece haber regresado con más vigor y potencia que nunca.
Con cinco pabellones repletos de actividades, stands de material para coleccionistas, actividades, firmas y hasta conciertos, no había lugar o momento para el aburrimiento.
Sí, este año ha habido menos invitados internacionales, pero ojo, todos de gran calado como Jacques Tardi o Peter Bagge. Y entre los nacionales, grandes como Paco Alcázar, Álvaro Ortiz con quien pudimos compartir un rato, sin contar a Maria Llovet, que estuvo el primer día firmando o Anna Penyas.
Planeta, Ecc, Panini o Norma, entre muchas otras editoriales como Astiberri y Ooso, lo dieron todo. Photocalls, firmas, charlas, encuentros… ¿Qué más se le puede pedir a un salón del cómic? Espera, que ya os lo digo yo: Disfrutar de la buena compañía, compartir tu pasión por los cómics con otras personas, reencontrarte con amigos/as, acudir a los stands en busca de material viejuno- como nos gusta decir a algunos- y hasta encontrar cosas inéditas o rarezas en Detodoexpress o Retrotoys.
¿Qué se echaba en falta más stands de tiendas que no fueran tan de novedades? Pues sí. ¿Qué faltaba molonidad? Pues no. No hacía falta más que ver cómo algunas editoriales como Yermo se lo curraron con un stand hecho a base de piezas de Lego -o la zona fanzinera, una de las más guapérrimas de todo el salón. ¿Qué no es lo que era? No, pero sigue siendo uno de los mejores salones de cómic, y eso es innegable.
Os diré también, que esto no sólo va de amar los cómics, de disfrutar con los autores y autoras o de inculcar nuestra gran pasión a otras personas y difundirlo. Va de conocer a las personas que se dedican a esto, de ver otra cara que, habitualmente no tenemos ocasión de percibir, la cercanía con las editoriales, de adentrarnos en otros aspectos que nos eran desconocidos.
Y, en mi opinión, como aficionado a los cómics y a este festival dedicado a las viñetas, tendrá sus puntos flojos, sus errores y todo lo que uno guste por criticar, pero hace mucho por y para dar visibilidad a los tebeos y a quienes los hacen posible.
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