Este viernes, 3 de agosto, se estrena en España Dos Mujeres, último trabajo del cineasta Martin Provost, director de ‘Seraphine’ o ‘Violette’.
Se trata de la historia de dos mujeres totalmente opuestas, vinculadas por un mismo hombre y pasado, que se reencuentran 30 años después. La situación personal de cada una hace que surja una relación de intercambio de sentimientos, revelaciones y vivencias que cambiarán sus vidas y las llevarán a tomar decisiones muy importantes.
No es un argumento nuevo ni sorprendente. Sin embargo, resulta perfecto para lo que el director pretende, que es, sencillamente, mostrar cómo evolucionamos a través de la huella que los otros imprimen en nuestra psique, en quienes somos. Y, para ello, nos regala dos personajes maravillosos como son Claire y Béatrice.
Claire (Catherine Frot) es una excelente comadrona en un hospital muy tradicional que en breve cerrará sus puertas, absorbido por la modernidad. Entregada a su trabajo y a los demás, metódica, responsable, modesta, muy íntegra y absolutamente predecible, choca con la burbujeante Béatrice (Catherine Deneuve), amante de la vida, alocada, feliz en su constante incertidumbre, flexible hasta el extremo y totalmente emocional.
Cuando estas dos mujeres se vuelven a encontrar, por obra y gracia de Béatrice, el mundo de Claire se pone patas arriba, obligándola a pararse frente a si misma y replantearse su propia identidad, su lugar en el mundo y su postura ante los otros.
La cinta de Provost juega con lo cotidiano y simple, planteando un tema que, en cierta medida, nos resulte cercano y permita desplegar un abanico emocional y psicológico rico y, en algunos momentos, controvertido. Pero, tranquilos, ni sensiblería, ni sentimentalismo. Aquí todo se ofrece en su justa medida.
En cuanto a los detalles técnicos, para mí destacan dos que se imprimen con fuerza en el conjunto.
Por un lado, se nota que los personajes han sido creados con una idea clara acerca de quién los iba a interpretar. “Catherine Frot es muy estructurada, debe tenerlo todo claro en la cabeza, mientras que Catherine Deneuve parece un equilibrista, vive en el momento, la verdad del momento”.
Por otro, la cuestión de los partos y el trabajo de las comadronas. Todo lo que aparece a ese respecto es real. Fue una directriz inamovible del director, quien, en cierto modo, busca rendir homenaje al personal dedicado a traer vida al mundo. No en vano, el título original es Sage femme (partera)y, como tal, había que tratar el tema con el mayor de los respetos y el cariño, que es mostrando su auténtica cara. Así pues, los partos son reales. Ni trampa ni cartón: nos sentamos frente al milagro de la vida y quienes ayudan a hacerlo posible con todo su cariño y valor.
Catherine Frot explicaba en una entrevista a los medios, lo siguiente:
“Admito que me quedé un poco aprensiva cuando leí el guión por primera vez. La idea de asistir a un nacimiento real, tan movido y agitado como puede ser, no era de ningún modo irrelevante. Finalmente acepté, ya que sabía que era una parte integral del proyecto que Martin me ofrecía. Por lo tanto procedí por etapas. En primer lugar, pedí asistir a partos para averiguar si sería finalmente capaz de realizar los gestos apropiados. Me di cuenta de que era todo realmente muy natural, muy normal. Entonces tomé lecciones con una ex comadrona que me hizo ensayar con modelos. Estaba preocupada cuando rodamos por vez primera, pero todo funcionó maravillosamente. Por lo general, mi trabajo como actriz requiere que yo sea una ilusión, di vida a una pianista virtuosa en La última nota, a una jefe de cocina distinguida en La cocinera del presidente, y esta vez me obligaron a ir más allá de la ilusión, sin vacilar”.
En definitiva, si queréis pasar una tarde agradable, con una película inteligente que deje buen sabor de boca, no lo dudéis, es ésta.
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