Dentro de la programación 24-25 de LaJoven y de la iniciativa ‘Todos Contra el Cáncer’ de la Asociación Española Contra el Cáncer AECC, esta obra, basada en la novela homónima de Patrick Ness e inspirada en una idea original de Siobhan Dowd, regresa a Madrid en 2025, del 6 al 16 de mayo, en el Real Teatro de Retiro
Son las 12:06. Miro a través de la ventana. Estructuras de andamios y una lona verde de obra tapan la visión de mi memoria. Me vienen recuerdos de ese jinjolero enraizado en la
casa de la playa. Viejo, milenario, robusto, un Ents, como los que aparecen en los relatos de Tolkien, varado en la misma esquina de siempre. Ahora, seco y con sus frutos carcomidos por los gusanos. Antes, fuerte, frondoso y vivo. Un árbol que nos ha protegido a mi familia y a mi y que nos ha acompañado en los momentos más felices y duros. Y me pregunto, ¿si sus jínjoles son como “bayas”, él sería el tejo, el monstruo que viene a verme, “la espina dorsal que sostiene las montañas, las lágrimas que lloran los ríos, los pulmones que respiran el viento, el lobo, el gavilán y la araña que matan, el gran ciervo, el ratón o la mosca que son comidos, la serpiente del mundo que se devora la cola y lo que no está domesticado y no se puede”? 12:07, la hora en la que esta criatura despierta de su letargo y echa a andar. Escucho el crujido de su corteza, la caída de sus hojas, el movimiento de la tierra bajo él y el dolor de sus espinas clavadas en mi pecho. Quiere que le cuente mi verdad, “esa cuarta historia salvaje, que cuando la sueltas, ¿quién sabe los desastres que puede causar?”. Una palabra de cinco letras que regurgita en mis tripas, me quema por dentro y que sale por las puntas de mis dedos como llamaradas. MIEDO. Un sentimiento primario sí. Hace diez años, sentí MIEDO de perder a mi madre a causa de un cáncer de mama. Sentí MIEDO de no volver a oír sus consejos como si fueran galletitas de la suerte chinas. Sentí MIEDO de no poder viajar con ella a otras partes del globo terráqueo. Sentí MIEDO de que mis futuros hijos no pudieran percibir los cuentos que me leía de pequeño. Sentí MIEDO de que no hubiese alcanzado mis sueños sin un apoyo como el de ella. Sentí MIEDO de que “te quiero hasta el infinito y más allá” y “la flor que florece en la adversidad es la más rara y hermosa de todas” solo fueran frases vacías de Disney. Sentí MIEDO que “a comerse el mundo” fuera cosa del pasado. Podría haber puesto terror, temor, pavor, pánico o como se define en el Diccionario de la Real Academia Española, “angustia por un riesgo o daño real o imaginario”, pero no porque no admito sinónimos cuando habla el corazón y disculpadme si me he repetido unas cuantas veces, pero yo sentí MIEDO “de volver a los infiernos, de tenerte que olvidar y de no verte nunca más”. No se si fue Dios, la Fe, la ciencia, o ambas, pero tengo la suerte de poder abrazarla y decirle “te quiero”. Deseado y temido azufaifo, esto es lo que esconde mi alma: ¡MIEDO a no tenerla como luz y guía de mi vida!
A veces nos pueden parecer los datos, números vacíos sin alma, pero, siempre hay un pero en mayúsculas y es que son necesarios para mostrar una realidad, que has vivido en tus propias carnes o que te ha tocado de cerca, que existe más allá del 19 de octubre. Según la Asociación Española Contra el Cáncer AECC, el 85% de las pacientes sobreviven al cáncer de mama. Madres coraje, hermanas valientes, hijas sin miedos, novias que nunca se rinden y amigas con sueños eternos. No todas las heroínas llevan capa y antifaz, pero sí pañuelos de mil colores anudados en el recuerdo. Son mujeres de mil batallas, muchas día tras día se enfrentan a un vil adversario, que habita, por desgracia, en su interior. Se quedan sin pelo, pierden peso o apetito o es cercenada una parte de su cuerpo e incluso mueren. Mediante estudios sobre medicina personalizada, la comunidad científica busca entender los nombres y apellidos de esta enfermedad para hacer un esfuerzo por ese 15% restante. El objetivo principal es que en 2030 la tasa de supervivencia sea de un 70% en todos los tumores, ya sea de mama, pulmón, páncreas o colón. Por eso, la INVESTIGACIÓN es de suma importancia para que estas guerreras y supervivientes, en este caso que conozco más, sigan pintando la vida de rosa. Están muy bien las campañas de colocar el lazo en los perfiles de las redes sociales, de tintar las bolsas de la compra como los del triángulo verde o de cambiar el diseño de una botella de agua, para no hacer publicidad, como la empresa con título de animal de granja, sin embargo, para dar mayor visibilidad al trabajo de los investigadores que están, con prueba y error, hallando la cura, aparte de lo anterior y la financiación de la Administración Pública, es importante concienciar a las futuras generaciones, los jóvenes, para que sigan peleando junto a los médicos, los científicos, las familias, las asociaciones de pacientes, pero sobre todo con ELLAS. La mejor herramienta para ello: LA CULTURA, ya sea a través de conciertos solidarios como el de ‘Cadena 100 Por Ellas’ o lo que propone la compañía LaJoven: ‘Un monstruo viene a verme’. Dentro de su programación teatral 24-25 y de la iniciativa ‘Todos Contra el Cáncer’ de la AECC, esta obra, basada en la novela homónima de Patrick Ness e inspirada en una idea original de Siobhan Dowd, regresa a Madrid el próximo año, del 6 al 16 de mayo, en el Real Teatro de Retiro. Echando la vista atrás, esta adaptación de Sally Cookson y Adam Peck, tras estrenarse en Estados Unidos y Reino Unido y ser llevada al cine por Bayona, es el espectáculo que más me ha destrozado literalmente este 2024. No es muy fino lo que voy a decir, pero acabé llorando a moco tendido y aún estoy reconstruyendo el corazón que lo tengo en mil y un pedazos. Esta versión es bonita, triste, sobrecogedora, amarga, reflexiva, poética, llena de esperanza y puras emociones a flor de piel. Una hora y treinta minutos, en la que mayores y pequeños aprenderán una lección: “la creencia es la mitad de la curación, la otra, la investigación”. Sin ninguna duda, ¡un show que hay que ver para gritarle a ese ser innombrable “¡vete, a ti nadie te quiere!”! Un consejo: ¡no os dejéis los pañuelos en casa!
No existe ninguna duda que la investigación es crucial para combatir desde el minuto cero esta enfermedad autoinmune. Su financiación no cae del cielo ni es un deseo, ahora que se acerca la Navidad, de la carta para los Reyes Magos, que se cumple por arte de magia. Queridos youtubers de Andorra y tuiteros que se esconden detrás de un bots y van de “liberales y demócratas”, la palabra mágica es: impuestos, no milagros. Llámala economía circular. Y os pregunto, ¿si dejáramos de pagar estos gravámenes cómo se mantendría lo público, cómo los científicos estudiarían y buscarían la cura a los tumores o cómo los pacientes podrían costear sus tratamientos? A bueno si, los ricos se salvarían y los pobres vivirían endeudados con los bancos para no morir. Así que ¡menos hipocresía que con la salud no se juega! Aparte del presupuesto que destina la Administración Pública y las empresas a esta causa, la solidaridad ciudadana es un pilar imprescindible en esta cadena de la vida. El aportar el granito de arena a través de la donación es algo que se aprende de pequeños, por eso ‘Un monstruo viene a verme’, además de su trasfondo y de la lección mencionada con anterioridad, enseña a los adultos y a los jóvenes que esta es una lucha en la que hay que colaborar en conjunto, no solo los que la están o la han librado sino todos porque por desgracia, tarde o temprano, alguien cercano o tu mismo puedes padecer un cáncer. Para que este mensaje cale es importante llegar al corazón del espectador y es lo que consigue LaJoven. Una obra que te golpea duro, te sacude, te abofetea con la realidad, te destroza, te sacude y te deja huella o más bien cicatrices en tu órgano bombeante tras encenderse las luces del teatro. Es un espectáculo hecho con mucho cariño y sin necesidad de mucha escenografía, solo un par de sillas y unas cosas más de attrezzo, logra que el público sienta. No es una historia para divertirse sino para que los sentimientos brillen en el escenario y en el patio de butacas. Si con el libro y la película en los que se basa me emocione irremediablemente, la actuación del elenco, la música, la puesta en escena de esta producción me ha dejado la piel erizada por unas cuantas semanas. Un viaje absoluto a hace diez años en los que fui Conor y espere en mi ventana a que ese tejo echase a andar.
Si has tenido algún familiar o amigo con una enfermedad grave, como es un cáncer, seguro que en algún instante te has sentido como Conor, el protagonista de esta obra. ¿Alguna vez has querido ver el mundo arder a causa de esto o has tenido ganas de destruir todo a tu paso como si fueras un monstruo? ¿Alguna vez has perdido la fe en lo que creías como el párroco? ¿Alguna vez te habrías cambiado por esa persona o pactado con el diablo como el boticario? ¿Alguna vez has pensado en todo lo que podrías haber hecho y no hiciste para que eso no sucediera por ser invisible? Mi respuesta, sin filtros, son claramente cuatro síes. ¿Y vosotros? Dolor, culpa, miedo, remordimiento, ansiedad, angustia, furia, una montaña rusa de sentimientos que Elisa Hipólito consigue transmitir en el escenario con fuerza. La joven actriz madrileña firma un personaje con el que empatizas desde que sube el telón al recordarte lo vulnerable que somos cuando vemos a alguien que queremos y no podemos salvar. A ella le acompañan Eduardo Aguirre de Cárcer, que interpreta a un tejo fuerte y cariñoso, temido y benevolente, lleno de matices de realismo mágico y Cristina Bertol, que con su actuación hace que salgas de la función y llames a tu madre y le digas “ojalá tuviéramos cien años para decirnos “te quiero””. Aunque también se aborda el tema del bullying, que gracias a LaJoven por mostrar esta lacra social, esta producción se centra en cómo afrontar el duelo por la pérdida de una manera poética. Poesía sobre las tablas en parte también por la interpretación del resto del reparto. No los conocía, pero Raúl Martín, Leyre Morlán, Nadal Bin, Fernando Sáinz de la Maza y Antonia Paso me han sorprendido gratamente. Tras su paso por ‘Pretty Woman’ y otros espectáculos musicalizados, Roger Berruezo demuestra ser un actor excelente y su momento cantando aquí da gusto escucharlo. Y la escena ‘Aint no mountain high enough’ con reminiscencias a la película ‘Quédate a mi lado’, os sacará una sonrisa bañada en lágrimas. “Emotiva, bonita, dura, cálida, reflexiva”, así se autodefine ‘Un monstruo viene a verme’. Del 6 al 16 de mayo de 2025, regresa a Madrid al Real Teatro de Retiro. ¡No dejéis de comprar esta entrada por una buena causa! ¡Os aseguro que os gustará! ¡Segunda lección cumplida! ¡Próxima parada: ‘PlayOff', 'Lagunas y niebla' y 'María Estuardo’!
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