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Foto del escritorAlfonso Masó

Crítica | Saltburn: La verdadera pesadilla antes de Navidad

Ya estamos en 2024, pero persisten las secuelas emocionales, y sobre todo a raíz de la reciente película Saltburn dirigida por Emerald Fennell y protagonizada por el emergente actor irlandés Barry Keoghan. Y es que aquí, vamos a hablar de ella, con SPOILERS, con lo cual corre a verla si no lo has hecho todavía.



La película fue estrenada el 17 de noviembre en Reino Unido y Estados Unidos pero no ha sido hasta el 22 de diciembre que se ha estrenado internacionalmente a través de la plataforma de Amazon Prime, convirtiéndose así en la conversación de muchas cenas en Nochebuena.


La directora (Emerald Fennell) inglesa ha vuelto a la carga con su segunda película tras Promising Young Woman (2020) dándonos esta vez una retorcida, surrealista y encarnada historia de ascenso de clase social por parte de un estudiante de la Universidad de Oxford, Oliver Quick, un chico tímido y poco popular en el campus, con una vida tranquila y aburrida.


Sin embargo todo esto cambiará al conocer a Felix Catton (Jacob Elordi), un popular y adinerado estudiante que tras hacerse amigo de Oliver invita a este a su casa en verano, otorgando a los espectadores un giro en la historia que aparentemente se nos estaba planteando.


Una puesta en escena minuciosa con una atmósfera de lo más extravagante.


Ese es el mejor punto de toda la película, ahí no hay debate. La directora nos brinda una excelente puesta en escena a través de una acertada iluminación, inteligentes colores y planos brillantes. Esta cuidada estética visual nos mete de lleno en la película, sintiendo esa extravagancia de la clase alta que la directora critica en el filme.


Este último punto es visible en la secuencia de la fiesta, el punto álgido en el que podemos observar la exagerada banalidad por parte de las personas adineradas en ese espectacular castillo en el que han rodado con una gran cantidad de figurantes. Podemos sentir ese aura ficticia aunque lo que suceda sea real, y es que como bien le dice Farleigh a Oliver- Tú no perteneces a este mundo- al igual que nosotros, los espectadores.



Un buen reparto con unas buenas actuaciones.

¿Y para qué más? En la película actúan celebridades consagradas como la gran Rosamun Pike o el eterno secundario Richard E. Gran, su actuación no es destacable, no porque sean malas, sino porque para ellos no suponen un reto, podríamos decir que el público, es decir, nosotros, estamos malcriados, pues, estamos acostumbrados a que actores y actrices como los de su talla nos brinden actuaciones impecables en personajes complicados.


Aunque hay que admitir que Jacob Elordy sorprende al mostrarnos que puede hacer de “buen” chico y después ser un verdadero cabrón en la serie Euphoria (2019). A su vez el joven actor irlandés Barry Keoghan, quien últimamente está en boca de todos, nos otorga una divina actuación aunque poco impactante, pues para los que hemos visto actuaciones suyas, este papel nos recordó al personaje de Martin en The Killing of a Sacred Deer (Lanthimos, 2021), aunque esta vez tiene un punto más de calculador y se le suma una habilidad social persuasiva e interesada.



Pero…¿es tan buena?

Sintiéndolo mucho… no. Es cierto que es una buena película, y bastante entretenida, pero no es lo que dicen muchas críticas. Respecto a la historia, no innova nada, tiene algunas incongruencias e incluso momentos que solo están ahí para que el espectador se estremezca, sin tener ningún fin en la trama más allá de decir “uuuh, qué loco está Oliver”.


Es decir, se utilizan momentos un poco pobres, que no vienen a cuento y puestos con calzador para exagerar un personaje con el fin de que sus futuras acciones cobren sentido, cuando en realidad debería de ser su historia, es decir, sus sucesos del pasado o del presente los que justifiquen sus acciones y clarifiquen sus objetivos. Esta pobreza en la historia es tapada por su belleza estética, y es que es una tendencia visible en estos últimos años en el mundo del cine y es muy palpable en esta película, priorizando lo estético frente a lo narrativo.


Como si de una rana venenosa se tratase, la película llama al espectador con sus vistosos colores para que luego descubra el veneno, que no es más que una mediocre y a veces incoherente historia de ascenso de clase social que ya hemos visto en otras películas que tienen un mejor tratamiento del guion, como puede ser la excelente Parasite (Bong Joon-ho, 2019).




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