Este viernes 3 de Marzo llega a las salas Creed III, la tercera parte de la franquicia spin-off de las clásicas películas de Rocky, y lo hace con más novedades, y sonadas ausencias, que nunca.
El púgil Adonis Creed ya camina solo y eso se tiene que notar tanto dentro como fuera de la pantalla.
En la historia nos encontramos con un boxeador que consiguió todo lo que ansiaba en las anteriores entregas: ser el campeón y tener una familia. Ahora retirado y totalmente independizado de Rocky y su Filadelfia, fallo garrafal para muchos fans de esta gran saga, se dedica a vivir una vida tranquila con su mujer, madre e hija como pilares de la misma. Toda esta tranquilidad parece demasiado idílica hasta que, como no, el pasado vuelve a llamar a la puerta pidiendo explicaciones.
Por otro lado, en la silla del director, estamos ante el debut de Michael B Jordan como capitán de este barco. Trabajo que, para sorpresa de algunos, realiza con una soltura natural. Se nota que es una personaje al que tiene gran cariño y su mimo se nota escena tras escena, pudiendo llegar a ser demasiado pasteloso en secuencias con un marcado carácter emotivo. La tarea direccional de Jordan, aunque alejada aún de otros grandes directores de la saga como Ryan Coogler, es más que satisfactoria y esta cargada de referencias para amantes de los deportes de contacto. Las secuencias de combate son más espectaculares que nunca, adquiriendo una perspectiva artística casi alegórica no antes vista en la saga.
La cinta parte de dos grandes puntos fuertes para vendernos una propuesta que no se aleja de los visto en las entregas anteriores pero que si que sabe a otra cosa. La fórmula sigue siendo la misma desde Rocky (1976) pero, en esta ocasión, se cambian un par de ingredientes para darnos un resultado único.
El primero es el cambio total de escenario. Pasamos de la suciedad y el ostracismo de Filadelfia a las luces y la fama de Los Ángeles. Vemos a nuestro protagonista en una situación desconocida tanto para él como para nosotros, disfrutando de su vida y de su familia entre mansiones y galas benéficas, echando de menos el boxeo pero sin la necesidad de subirse a un ring. Todo esto cambiará con la llegada de un viejo amigo de la infancia y suscitará en nosotros la pregunta: ¿Qué estarías dispuesto a hacer para no perder todo eso? Y es que sí, la esencia de la cinta es una clásica batalla del bien contra el mal, pero también es una clara batalla de egos.
Es aquí cuando entra en juego el segundo ingrediente, ese toque de salsa picante para elevar la tensión. No hablamos de otra cosa que de la magnifica interpretación de Jonathan Majors como el mejor villano al que el personaje de Michael B Jordan se ha enfrentado hasta la fecha. Un antagonista oscuro, violento y con un buena historia detrás, una historia que comparte con Creed, al que ve culpable de sus males y ladrón de su prometedor futuro cuando ambos eran jóvenes. Este cambio de paradigma respecto al villano sienta genial al relato y crea unas motivaciones creíbles en ambos personajes, lo que hace aún más natural y cruda la reacción a su “fortuito” reencuentro.
Por primera vez el héroe no solo tiene que vencer al malo en el cuadrilátero si no también dentro de su cabeza. Jonathan Majors sabe jugar en la línea entre el bien y el mal constantemente para darnos un personaje memorable aunque con un final impropio de su actitud a lo largo de toda la historia. Deseando ver que nos puede ofrecer ahora que ha sido elegido como el nuevo gran villano del universo Marvel, sin duda las expectativas están por las nubes.
El resto de secundarios, aunque con papeles más contenidos y con sus funciones muy claras, aporta brillo a la cinta. Nadie desentona. Quizás la que más sufra sea Tessa Thompson, que vuelve a interpretar a la perfecta compañera de Creed en un papel que, a veces, parece que se queda pequeño para su habilidad actoral.
Por lo demás, vuelven caras conocidas de las dos primeras entregas con mayor o menor acierto como el Viktor Drago de Florian Montenau o el Ricky Conlan de Tony Bellew.
De lo que sí hay que hablar es de la gran ausencia de la película, no se trata de otro que del Rocky Balboa de un Sylvester Stallone descontento con el desarrollo de esta tercera entrega, pero que continúa como productor. Su no aparición, aparte de ser la más sonada para los fans de la saga, ni se trata, solo se le menciona una vez y de manera totalmente intrascendente. No sabemos si esta muerto o de parranda pero esperamos averiguarlo próximamente y es que sí, la próxima entrega de Creed viene en camino a pesar de que esta, por momentos, huela totalmente a despedida.
En resumen, Michael B. Jordan sabe subirse bien a los lomos de esta gallina de los huevos de oro y consigue llevarla a donde quiere. Contándonos en esencia algo tan simple como la lucha entre el bien y el mal, tanto dentro como fuera del cuadrilátero, pero haciéndolo a su manera. Se nota que es una franquicia a la que ama y a la que va a cuidar como un hijo, así que, si todo sigue así, estaremos encantados de ver que más tiene que contarnos.
Comments